Especial

La Palabra del Domingo

Rufino Giménez Fines

El único medio verdadero, es el fin en sí mismo

En este 6to. Domingo de Pascua, corresponde la lectura del Evangelio de San Juan, Capítulo 15, versículos del 9 al 17: “Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. 10 Pero sólo permanecerán en mi amor si cumplen mis mandamientos, lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho esto para que participen en mi alegría y la alegría de ustedes sea completa. 12 Mi mandamiento es este: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. 13 El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no está al tanto de los secretos de su amo. A ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre. 16 No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que se pongan en camino y den fruto abundante y duradero. Así, el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 17 Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.

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Este pasaje forma parte de la intimidad de la última cena, una cena de Pascua celebrada con amigos, no con servidores. Se está despidiendo, e insiste una y otra vez en la idea de la profunda y trascendente unión entre él y sus discípulos, basada en el amor, el encuentro, la fidelidad, el perdón, la importancia de estar juntos. Hablamos de amor como criterio de autenticidad y lógica de vida.

Cuando Jesús dice: “Yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”, les pide que hagan lo mismo, y así la alegría de vivir será completa porque, tarde o temprano habremos comprendido y, por tanto, estaremos iluminados.

El amor en la dimensión Cristológica nos muestra la relación entre Cristo y el Padre, y del hombre en sí mismo en relación a los demás que, esencialmente, se traduce en el amor al prójimo.

La Eclesiología es una rama de la teología cristiana que estudia la Iglesia como comunidad o entidad orgánica. La Eclesiología se ocupa de comprender el significado de la Iglesia, su papel en la salvación, su origen, su relación con Jesucristo, su disciplina y su destino… hablamos de nosotros y nuestra relación con el Señor.

En ese tránsito, Jesús funda su Iglesia para continuar y perpetrar la redención universal. Más allá de sus luces y sus sombras, es la Iglesia la que continúa la misión y acción evangelizadora de Jesús. Desde su concepción, la Iglesia está al servicio del hombre y su misión es acompañarlo en su iluminación, en una comunidad única de salvación: “Que todos sean uno”. Desde su concepción, la Iglesia no impulsa ambición terrena alguna, sólo aspira a una cosa: continuar bajo la guía del Espíritu Santo la obra misma de Cristo, salvando y no juzgando, sirviendo y no siendo servida.

Así como Dios nos ama, el cristiano está llamado a amar al Padre creador por sobre todas las cosas, y por extensión, a todos sus hijos quienes son, en definitiva, nuestros hermanos porque venimos del mismo Padre. Buscar el bien de todos, incluye cuidar el hogar que nos contiene: la casa común al que llamamos planeta Tierra.

En ese camino, nos debe ocupar el resolver los grandes problemas y contradicciones de la sociedad como lo son por ejemplo el respeto y fomento de la dignidad humana en todos sus aspectos y dimensiones (material, cultural y espiritual); buscando el diálogo y la paz entre todos los pueblos e, incluso, tal como nos habla el Papa Francisco, en términos ecuménicos.

Es en el propio Evangelio donde se anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios y rechaza toda clase de esclavitud (material y/o emocional). Desde ese lugar, el cristiano está invitado a ser co-creador, cada uno desde el lugar que le toque, todos tirando desde el mismo lado.

Estamos acostumbrados a escuchar que “el fin justifica los medios”, pero se trata de una afirmación engañosa, madre de toda clase de iniquidades: No sólo importa el fin, sino también (y fundamentalmente) el medio. Porque el único medio verdadero (léase el amor) es el fin en sí mismo.

"Nadie se salva solo" dijo el Papa Francisco durante una catequesis en 2014, e invitó a todos a tomar en serio su bautismo, ser discípulos y misioneros del Evangelio, de palabra y con el propio ejemplo.

En este contexto, también hay que decir que es esperable que pobres y oprimidos se quejen de Dios, duden de su existencia. Pero en realidad, deben quejarse no de Dios sino del hombre que es responsable en gestión equivocada, amoral, de las cuestiones terrenas en sus múltiples dimensiones: religiosa, política, económica, social.

Dios ama al pobre, al enfermo, al hambriento, al pecador, al excluido a través de cristiano (hablo de cada uno de nosotros) en la medida en que ayudamos, perdonamos, alentamos, incluimos, integramos con y desde el amor a todo el que sufre, o necesita una mano. Pero no como una “carga”, sino porque así nos sale.

Dicho en términos más explícitos, podemos decir por ejemplo que Dios ama al obrero a través de la seguridad social, a través de ese patrón que le da un salario justo y un trato digno. Dios ama al excluido a través de la promoción y acceso a la Justicia… piense cada uno su ejemplo, pero en definitiva de lo que se trata es que Dios ama a través de cada uno de nosotros cuando permanecemos en Él y actuamos dentro de la ética, estética y dinamismo creador del amor.

Para finalizar, cito y hago mías las palabras de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, asesinado en 1980 y beatificado en 2015: “Yo quisiera que en esta mañana -a la luz de nuestras reflexiones sobre la Palabra de Dios que nos inculca el amor como la energía del cristiano- nosotros reconfirmáramos nuestra fe en el amor. El amor no es cobardía, el amor no es pasivismo; el amor es fuerza, tan fuerza que es la única que ha salvado al mundo. ¡No hay otra salvación más que la del amor de Cristo que nos trajo el amor redentor de Dios!”.

Por Rufino Giménez Fines – Sacerdote Rogacionista