Especial

Calidad de Vida

Clr. Romina Aronson - Counselor

La mitad de la vida

Muchos temen atravesar esta etapa, pero claro está, que en la adultez se requieren nuevas actitudes, de lo contrario sobrevienen conmociones y es donde vemos divorcios, crisis vocacionales, problemas de salud, profundas dudas existenciales.

Nos preguntamos cómo vivir, entonces, la segunda mitad de la vida si es inevitable. Como primera actitud surge la aceptación, pero no la confundamos con resignación porque no lo es, lo que implica es la toma de conciencia.

Aceptación significa entender que el final de nuestra adolescencia, la llegada de nuestra adultez y la marcha hacia la vejez no son accidentes, no podemos mostrarnos sorprendidos porque es la evolución lógica que nos toca atravesar. No se trata de una injusticia, no es alga que "nos" hacen. Vivir, es esto, trascender ciclos, completar un tránsito y, durante su curso, descubrir el sentido de la experiencia.

Dejar nuestra huella en la vida, hará la diferencia entre que hayamos estado aquí o no. Y no hablamos de grandes acciones, sino de actos que, aunque pequeños, privados y anónimos, hagan que dejemos el mundo un poco mejor de cómo lo encontramos. Nada de esto será posible si nos resistimos al proceso natural de la existencia, si evadimos su movimiento, si nos ocultamos en una falsa juventud perenne.

Cuando hacemos que no llegamos a este momento, no dejando lugar para la vivencia de una vejez nutricia e integra.

Carl Jung observaba esto con lucidez anticipatoria: "Nuestros ancianos quieren parecerse a los jóvenes. El ideal es que el padre sea el hermano de sus hijos varones y la madre, la hermana, de ser posible más joven, de su hija" "Para estas personas la meta no está delante, sino detrás. Y a esa es a la que aspiran."

Cualquier propósito, cualquier sentido, está siempre adelante, esperándonos, aguardando por nuestra acción y nuestra responsabilidad para entregarnos el misterio de su sentido.

Nada negará lo innegable, ni una nueva nariz, ni una arruga borrada, acallamos lo evidente. Lo hacemos para sentirnos mejor, décimos, pero es tan difícil sentirse "mejor" si la angustia existencial no es atendida.

La adultez, la madurez, la vejez no son enfermedades, por lo tanto, no se curan. Explorar el mundo a través de nuevos roles, con más libertad y espiritualidad, permite que aparezcan nuevas pasiones y que se manifieste en nosotros un a veces ignorado e insospechado potencial creativo.