¡Cómo se extraña! Todo. Cada una de las cosas mínimas. Los olores, los colores. La ubicación. Las sensaciones. El sufrimiento y la alegría que cambian de segundo en segundo. ¡Cómo se extraña a la familia!
Es que esta crisis sanitaria globalizada (¿cuándo terminará?) nos ha ido obligando a dejar de lado ciertas costumbres.
O no te juntabas a comer un chori con un vaso de gaseosa, por ejemplo…
O no te abrazabas y gritabas, cantabas y te contabas cosas que te pasaban en la semana…
O no te preparabas fin de semana a fin de semana a reencontrarte con ellos…
Es que, si te pasaban cosas, estaba tu “viejo” para confiarle tal o cual parecer. Si un amigo estaba en problemas, ahí estabas vos o ahí estaban ellos.
Acá, porque la gran mayoría se conoce. O afuera, porque si bien en su inmensísima mayoría no, pero pareciera que sí.
Porque pueden pasar 15 días que no nos veamos, pero, sabemos, que volvemos siempre al primer hogar, a la casa de la familia. Y que seremos aceptados.
Por ello es que se extraña cada vez más a “la familia”. ¿La de sangre? No. La de la cancha…
De la que puede ser que sepas todo, algo o nada del de al lado pero que, al reclamar, a alentar, al enojarse y festejar, lo hará con vos y como vos.
Porque ese abrazo fundido en el grito de gol donde lo haces con el de tu derecha-izquierda-arriba-abajo sin saber cómo, pero si el por qué, te obliga a pensar en la fidelidad, en la pertenencia. Aunque después debas dejar ese tiempo de “reencuentro” para dentro de una quincena.
PD: Para cuando se podía ir de visitante.
PD1: Para cuando se podía ir a la cancha solo de local.
PD2: Para cuando se podía ir a la cancha…
PD3: ¿Cuándo se podrá ir de nuevo a la cancha?