Opinión

Cuentos de café

Diego Paolinelli

Consígase un trabajo honesto

Hace poco me invitaron al casamiento de unos amigos, fue un momento genial, por Ellos, la familia, el lugar…pero el “animador” de la Fiesta era un personaje, por así llamarlo, que me llevó a un momento que vivimos a mediados del 2009, en el programa de radio del Negro Caballero: “NO TODO ES TAN ASÍ”.

Boff Serafine vino a una entrevista y a tocar al programa, para presentar el nuevo disco, con su banda BOXER e invitar al show que daría en Zárate un par de semanas después.

Boff era la segunda guitarra de la famosa banda RIFF que lideraba Norberto “Pappo” Napolitano, el cual había fallecido cuatro años atrás, cuando iniciaba el 2005. Así qué dentro de la nota, obviamente surgió el tema y el recuerdo. Como se había tomado la molestia de venir a la nota entre semana, acompañado por la mujer y su pequeño hijo, el equipo de la Radio y algunos amigos organizamos un asadito en el patio de la emisora, como compensación y de paso que nos compartiera “off the record”, algunas historias que vivió dentro del Rock y más precisamente con Pappo, ya que el “Joven Boff”, como así lo llamaba él, lo había acompañado mucho en sus andanzas, dentro y fuera de las giras.

De esas historias, la que me quedó grabada fue esta:

BOFF: “Una vuelta cae un conocido del taller de Pappo y le dijo que las hijas mellizas de un primo de él cumplían 15 años y eran fanáticas suyas, sería buenísimo si podría venir a brindar con ellas. Pappo ni lo dudó y le dijo que sí, y me pidió a mí que lo acompañe, que en ese momento era como la voz de la conciencia que lo sacaba de quilombos o se los hacía evitar. Así que llegó el sábado del cumpleaños y Pappo venía de un día complicado, por así decirlo. Pasé por su casa y me dijo vamos en mi auto porque tengo ganas de manejar. Estábamos en La Paternal y el evento era en Morón, así que me subí al Valiant (bah si no era un Valiant era otro auto grandote que tenía y había reparado él). En la primer Avenida, nunca vio el semáforo y rozó un auto que pasaba (correctamente), y ni se percató. Con eso, ya me imaginaba como iba ser la noche. Llegamos al salón de fiestas y obviamente nos miraban todos, dos rockeros con los pelos largos y campera de cuero no pasábamos desapercibidos entre tantos pibitos, familiares con corbatas y trajes apretados, mas algunas señoras con vestidos y sacos con olor a naftalina. Así que le digo: “che Carpo, mejor nos vamos”. A lo que me responde: “para que lleguen las del cumpleaños”. Al rato llegaron e hicieron la entrada mientras sonaba una canción de Riff. Las pibas re emocionadas cuando lo vieron, no lo podían creer. Lo abrazaron y se sacaron fotos…y Yo: “dale Pappo, ya está, mejor nos vamos”. Y se escucha al tipo que le había hecho la invitación: “Pappo, siéntense por acá, les tenemos reservado un lugar en la mesa principal”. Yo, me quería morir, encima nos tenemos que quedar a comer. Pero no deje de insistir cada diez minutos, que nos fuéramos, pero el otro NADA”. Pasó la entrada, el plato principal y estábamos ahí firmes, bueno firmes es una expresión, habíamos tomado cerveza como si fuera la última vez. Pusieron el vals y tuvo que bailar con cada una de las mellizas por pedido de las chicas. Hasta ahí veníamos zafando, pero yo seguía pensando que nos teníamos que ir y se lo repetía, pero no sé si era que estaba cómodo o si nunca había estado en una fiesta de 15, que no había forma de convencerlo. Al rato, un improvisado animador tomó un micrófono que le pasó el Disc Jockey e invitó a todos a prestar atención porque era el momento de cortar la torta, hizo una pausa y continuó, ya que nos acompaña hoy una celebridad, de la cuál son fanáticas las mellis, invitamos al señor Pappo Napolitano a cortar la torta. Yo lo intenté frenar, pero se paró se acomodó el pelo y salió caminando para la mesa donde estaba la torta y a cada lado de esta, estaban paradas las homenajeadas junto al Padre y la Madre. Les tomaron una foto y cuando el personaje del micrófono, repitió la invitación para que Pappo hiciera el primer corte. El Carpo, nunca se imaginó que el mozo que se dirigía hacia ellos con una gran bandeja, llevaba en ella el cuchillo adecuado para hacer la tarea y en su ansiedad o estado etílico, giró la cabeza y vio detrás de él y sobre la pared un escudo de armas de la Sociedad Española, a la cual pertenecía el salón de fiestas y descolgó rápidamente una de las espadas, giró y tomando la empuñadura con ambas manos la elevó por sobre su cabeza y cuando todos pensábamos que era una joda, descargó un sablazo sobre la torta partiéndola en dos, salpicando a su vez con la cobertura y el relleno a las cumpleañeras, sus padres y el mozo…se hizo un silencio que precedió al estallido de risas por parte del piberío e insultos por parte de familiares mayores. Algunas señoras que se caían de las sillas por la indignación, mientras otros se levantaban, corrían las sillas y las mesas para ir a dar caza al salvaje que había ultrajado el emblema de la fiesta. Pappo se dio cuenta de la macana que se había mandado y salió corriendo para la puerta principal, mientras le caían alrededor pedazos de comida y vajillas que le arrojaban a su paso. Yo, salté de la silla y corrí hacia la misma puerta esquivando a los mozos que hacían causa común con los invitados. Cuando llegamos al auto, miré para atrás y vi una muchedumbre enajenada, que nos perseguía mientras las corbatas les flameaban sobre los hombros. Solo atiné a decir “Arranca que nos matan”. El Carpo sacó arando el auto y en la acelerada se escuchaban golpes sobre el baúl y parabrisas trasero. Solo miré para atrás cuando ya no sentí más golpes en el vehículo. Varios minutos y kilómetros después, ya fuera de peligro y cuando paramos en un semáforo le digo: “Che Pappo, si algún día decidís dejar la música ya descubrí a que profesión te podés dedicar”. Él, gira su cabeza hacia a mí y con su voz cavernosa me dice “Y, a que me podría dedicar yo, Joven Boff”.

“Vos podrías ser un gran DESORGANIZADOR DE EVENTOS”