Opinión

Cuentos de café

Diego Paolinelli

Historias Clandestinas (Cap.2)

"Son cosas que pasan!"

Las charlas de café entre Pablo y Emiliano se habían transformado en una sana costumbre. No era una rutina más, ya que ambos trabajaban en forma independiente y tenían horarios variados. Pero cada semana cuando coincidían sus momentos libres, el encuentro se daba en un bar céntrico. La variedad de temas era amplia… desde cine, libros clásicos, política, economía, deportes, gastronomía y la vida misma…con las historias propias o del entorno que valían la pena contar. La mayoría eran de hechos sucedidos tiempo atrás, pero esta vez la charla se iba a referir a una historia actual.

Emiliano sorprendentemente había llegado más temprano que nunca al café y lo esperaba por su amigo sentado en la mesa de costumbre. Con una gran sonrisa lo recibe a Pablo diciendo: “¿No sabes la historia que tengo para contarte? ¿Nooo, no sabes lo que me pasó hoy?”. Pablo sonrió y lo abrazó, para saludarlo. Se sentaron e hicieron señas a Patricia, para que les trajeran sus cafés habituales y una vez que la moza los puso sobre la mesa, Pablo dijo “¿Bueno dale, te escucho contá qué te pasó?” Emi entonces arrancó: “¿yo te hablé de mi tío Manuel?, Pablo respondió “Si, sí un tío viejo, 70 y pico de años. Me dijiste algo así como que era un tipo muy inteligente, que había viajado mucho por trabajar en una Empresa Internacional” Emiliano, confirmando que su interlocutor entendía de quien hablaba, amplió un poco la información sobre el personaje: “Sí, ese mismo. Lo que no te conté, que Manuel además… es un viejo atorrante. Sigue casado con mi tía, pero bueno, será por usos y costumbres o por estar chapados a la antigua, con frases como: No se desarma una familia una vez conformada. Bien,entre los viajes, una cosa y otra, el viejo despuntaba el vicio, siempre consiguiéndose alguna compañera de andanzas”. Pablo desde sus 40 años solo atinó a preguntar: “Sigue de andanzas a pesar de su edad?”. Emi con una sonrisa cómplice y guiñando un ojo, aclaró: “Acompaña la voluntad con el suministro de la pastilla azul, que le recomendó un médico amigo”. “Otro gran logró de la ciencia, para que el ser humano, con una expectativa de una prolongada, sea además… placentera” Acotó Pablo, compartiendo la gracia de su amigo.

Sin mas vueltas Emiliano retomó la iniciativa y se puso en el papel de relator: “Hoy, justo hoy, que por primera vez en un tiempo largo tenía la mañana libre y que pensaba ir a tomarme unos mates tranquilos al lado del río…me suena el teléfono, era el tío Manuel que me dice: ‘Qué haces nene, me tenés que venir a rescatar’. Cómo rescatar Tío ¿dónde estás? ‘Me quedé sin batería con el auto, se murió. Ya venía jodiendo y ahora ni puenteándola arranca. Así que tenes que pasar por mi casa, ¿viste en el galponcito del fondo?, ahí tengo una batería nueva. Haceme el favor y pasa a buscarla. A tu tía no le des muchas explicaciones, tampoco creo que te las pida…pero por las dudas’. Dale Tío, pero decime dónde estás?…Se hizo un breve silencio y el Viejo me dice: ‘Estoy acá… en el Telo de la ruta’. Yo me quedé helado, ¿cómo en el Telo de la ruta Tío?, e insistí ampliando la pregunta ¿sobre la Ruta, cerca de la puerta del hotel? Y Manuel me dice: ‘No nene, adentro del Telo’…Te juro que busqué las palabras Pablito, porque no sabía si me estaba cargando o era en serio lo que me decía el Tío y le dije: Pero son las 10 de la mañana, ¿desde qué hora estás?, y me dice: ‘No, es que vinimos tempranito. Salí a hacer las compras, me encontré con una amiga y bueno… ¡pintó!’. ¡Pintó! me dijo el viejo, ¡Pintó! ¿Podés creer Pablito lo que es este personaje? Ya con toda la información, arranqué para la casa del tío, toque timbre salió la tía, por suerte no estaban ninguno de los primos, más allá que ninguno de los chicos tenía auto, zafaba la explicación de ¿por qué me había llamado a mí y no a ellos? La vieja no me pidió muchas explicaciones, se nota que ya era un acuerdo tácito entre dos personas mayores. Entonces fui al galponcito agarré la batería nueva, me despedí de la vieja y me subí al auto. Cuando estaba por arrancar dije ¿qué estoy haciendo? entonces la llamé a mi mujer, porque lo único me que falta es que alguien reconozca el auto, lo vea entrando al Telo de la ruta y yo tenga un quilombo. Como te decía, la llamo y le digo: Che flaca…te quiero contar una cosa, si alguien te dice que me vio entrar en el Telo de la ruta…Vos decile que está todo bien, que tenías un acuerdo conmigo. ‘¿Cómoooo?’, me respondió mi mujer del otro lado. Te lo sintetizo Mercedes, el tío Manuel. ´Listo, después me contás, andá tranquilo’. Entonces puse en marcha el auto agarré la calle que me lleva hasta la avenida que sale para la ruta, era un día hermoso y pensaba que yo podía estar al lado del río tomando mates, pero no tenía que ir a rescatarlo al Casanova de la tercera edad. Por suerte el viaje se hizo corto, llegué a la puerta del Telo, está todo blindado ¿viste? toqué el portero y escucho una voz que me dice ‘¿Sí señor, que tipo de habitación le interesa?’ No, no (digo titubeando, porque no sabía si Manuel le había avisado a la Portería), yo vengo a rescatar al señor de la habitación 14. ‘Ah, sí… ya nos había avisado, pase nomás, la habitación está sobre la derecha’, dijo la voz y se abrió la puerta. Pasé y cuando llego enfrente la habitación estaba el autito del tío y Manuel paradito en la puerta manitos en jarra y con la sonrisa grandota como un pibe que se sabe que se mandó una macana y la está disfrutando. ‘Gracias por venir’ me dijo cuándo me bajé del auto. Saqué la batería del baúl y le dije: Quédate tranquilo que la vieja no me preguntó nada, ni dónde te habías quedado ni nada por el estilo. El viejo me respondió con un sincero: ‘Me imaginé’ y continuó. ‘Bueno dale cámbiala’. ¿Cómo que cambiala? ‘Dale ya hiciste 20, hace 21’. El tío es un tipo muy inteligente, pero no era muy ducho en las artes de la mecánica automotriz. Así que tuve que agarrar las herramientas y cambiar la batería que estaba colocada por la nueva, conecté los bornes le dio marcha y arrancó por suerte, pero yo tenía las manos hecha un asco llena de grasa y mugre de la batería. Así que le pedí permiso para entrar a la habitación para lavarme las manos. ‘Pero, si Emi. Dale, dale’, me dijo y desde la puerta le dice a la mujer: ‘Mira que va a entrar mi sobrino, se va a lavar las manos’. Entro y en la habitación había una señora casi tan grande como Manuel, sentadita de piernas cruzadas en la cama con el pelo atado con una toalla, se notaba que recién se había dado una ducha la señora. Cruzamos miradas, la saludo y ella me responde le levantando las cejas y suelta la frase con una sonrisa en los labios: ‘SON COSAS QUE PASAN’.Las charlas de café entre Pablo y Emiliano se habían transformado en una sana costumbre. No era una rutina más, ya que ambos trabajaban en forma independiente y tenían horarios variados. Pero cada semana cuando coincidían sus momentos libres, el encuentro se daba en un bar céntrico. La variedad de temas era amplia… desde cine, libros clásicos, política, economía, deportes, gastronomía y la vida misma…con las historias propias o del entorno que valían la pena contar. La mayoría eran de hechos sucedidos tiempo atrás, pero esta vez la charla se iba a referir a una historia actual.

Emiliano sorprendentemente había llegado más temprano que nunca al café y lo esperaba por su amigo sentado en la mesa de costumbre. Con una gran sonrisa lo recibe a Pablo diciendo: “¿No sabes la historia que tengo para contarte? ¿Nooo, no sabes lo que me pasó hoy?”. Pablo sonrió y lo abrazó, para saludarlo. Se sentaron e hicieron señas a Patricia, para que les trajeran sus cafés habituales y una vez que la moza los puso sobre la mesa, Pablo dijo “¿Bueno dale, te escucho contá qué te pasó?” Emi entonces arrancó: “¿yo te hablé de mi tío Manuel?, Pablo respondió “Si, sí un tío viejo, 70 y pico de años. Me dijiste algo así como que era un tipo muy inteligente, que había viajado mucho por trabajar en una Empresa Internacional” Emiliano, confirmando que su interlocutor entendía de quien hablaba, amplió un poco la información sobre el personaje: “Sí, ese mismo. Lo que no te conté, que Manuel además… es un viejo atorrante. Sigue casado con mi tía, pero bueno, será por usos y costumbres o por estar chapados a la antigua, con frases como: No se desarma una familia una vez conformada. Bien,entre los viajes, una cosa y otra, el viejo despuntaba el vicio, siempre consiguiéndose alguna compañera de andanzas”. Pablo desde sus 40 años solo atinó a preguntar: “Sigue de andanzas a pesar de su edad?”. Emi con una sonrisa cómplice y guiñando un ojo, aclaró: “Acompaña la voluntad con el suministro de la pastilla azul, que le recomendó un médico amigo”. “Otro gran logró de la ciencia, para que el ser humano, con una expectativa de una prolongada, sea además… placentera” Acotó Pablo, compartiendo la gracia de su amigo.

Sin mas vueltas Emiliano retomó la iniciativa y se puso en el papel de relator: “Hoy, justo hoy, que por primera vez en un tiempo largo tenía la mañana libre y que pensaba ir a tomarme unos mates tranquilos al lado del río…me suena el teléfono, era el tío Manuel que me dice: ‘Qué haces nene, me tenés que venir a rescatar’. Cómo rescatar Tío ¿dónde estás? ‘Me quedé sin batería con el auto, se murió. Ya venía jodiendo y ahora ni puenteándola arranca. Así que tenes que pasar por mi casa, ¿viste en el galponcito del fondo?, ahí tengo una batería nueva. Haceme el favor y pasa a buscarla. A tu tía no le des muchas explicaciones, tampoco creo que te las pida…pero por las dudas’. Dale Tío, pero decime dónde estás?…Se hizo un breve silencio y el Viejo me dice: ‘Estoy acá… en el Telo de la ruta’. Yo me quedé helado, ¿cómo en el Telo de la ruta Tío?, e insistí ampliando la pregunta ¿sobre la Ruta, cerca de la puerta del hotel? Y Manuel me dice: ‘No nene, adentro del Telo’…Te juro que busqué las palabras Pablito, porque no sabía si me estaba cargando o era en serio lo que me decía el Tío y le dije: Pero son las 10 de la mañana, ¿desde qué hora estás?, y me dice: ‘No, es que vinimos tempranito. Salí a hacer las compras, me encontré con una amiga y bueno… ¡pintó!’. ¡Pintó! me dijo el viejo, ¡Pintó! ¿Podés creer Pablito lo que es este personaje? Ya con toda la información, arranqué para la casa del tío, toque timbre salió la tía, por suerte no estaban ninguno de los primos, más allá que ninguno de los chicos tenía auto, zafaba la explicación de ¿por qué me había llamado a mí y no a ellos? La vieja no me pidió muchas explicaciones, se nota que ya era un acuerdo tácito entre dos personas mayores. Entonces fui al galponcito agarré la batería nueva, me despedí de la vieja y me subí al auto. Cuando estaba por arrancar dije ¿qué estoy haciendo? entonces la llamé a mi mujer, porque lo único me que falta es que alguien reconozca el auto, lo vea entrando al Telo de la ruta y yo tenga un quilombo. Como te decía, la llamo y le digo: Che flaca…te quiero contar una cosa, si alguien te dice que me vio entrar en el Telo de la ruta…Vos decile que está todo bien, que tenías un acuerdo conmigo. ‘¿Cómoooo?’, me respondió mi mujer del otro lado. Te lo sintetizo Mercedes, el tío Manuel. ´Listo, después me contás, andá tranquilo’. Entonces puse en marcha el auto agarré la calle que me lleva hasta la avenida que sale para la ruta, era un día hermoso y pensaba que yo podía estar al lado del río tomando mates, pero no tenía que ir a rescatarlo al Casanova de la tercera edad. Por suerte el viaje se hizo corto, llegué a la puerta del Telo, está todo blindado ¿viste? toqué el portero y escucho una voz que me dice ‘¿Sí señor, que tipo de habitación le interesa?’ No, no (digo titubeando, porque no sabía si Manuel le había avisado a la Portería), yo vengo a rescatar al señor de la habitación 14. ‘Ah, sí… ya nos había avisado, pase nomás, la habitación está sobre la derecha’, dijo la voz y se abrió la puerta. Pasé y cuando llego enfrente la habitación estaba el autito del tío y Manuel paradito en la puerta manitos en jarra y con la sonrisa grandota como un pibe que se sabe que se mandó una macana y la está disfrutando. ‘Gracias por venir’ me dijo cuándo me bajé del auto. Saqué la batería del baúl y le dije: Quédate tranquilo que la vieja no me preguntó nada, ni dónde te habías quedado ni nada por el estilo. El viejo me respondió con un sincero: ‘Me imaginé’ y continuó. ‘Bueno dale cámbiala’. ¿Cómo que cambiala? ‘Dale ya hiciste 20, hace 21’. El tío es un tipo muy inteligente, pero no era muy ducho en las artes de la mecánica automotriz. Así que tuve que agarrar las herramientas y cambiar la batería que estaba colocada por la nueva, conecté los bornes le dio marcha y arrancó por suerte, pero yo tenía las manos hecha un asco llena de grasa y mugre de la batería. Así que le pedí permiso para entrar a la habitación para lavarme las manos. ‘Pero, si Emi. Dale, dale’, me dijo y desde la puerta le dice a la mujer: ‘Mira que va a entrar mi sobrino, se va a lavar las manos’. Entro y en la habitación había una señora casi tan grande como Manuel, sentadita de piernas cruzadas en la cama con el pelo atado con una toalla, se notaba que recién se había dado una ducha la señora. Cruzamos miradas, la saludo y ella me responde le levantando las cejas y suelta la frase con una sonrisa en los labios: ‘SON COSAS QUE PASAN’. pasan!”