Especial

La Palabra del Domingo

Por Rufino Giménez Fines

No quedarse a medio camino

En este décimo sexto domingo del Tiempo Ordinario, corresponde la lectura del Evangelio de San Mateo, Capítulo 13, versículos de 24 a 43: “Jesús les contó después esta otra parábola: —El reino de los cielos puede compararse a un hombre que había sembrado buena semilla en su campo. 25 Pero mientras todos dormían, llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. 26 Cuando el trigo germinó y se formó la espiga, apareció también la cizaña. 27 Los criados se dirigieron entonces al amo del campo y le dijeron: “Señor, ¿cómo es que hay cizaña en el campo, si la semilla que sembraste era buena?”. 28 El amo les contestó: “Alguien que no me quiere bien ha hecho esto”. Los criados le propusieron: “Si te parece, iremos a arrancar la cizaña”. 29 Pero él les dijo: “No lo hagan ahora, no sea que, por arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. 30 Déjenlos crecer juntos hasta el tiempo de la siega. Entonces encargaré a los segadores que corten primero la cizaña y la aten en manojos para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero”. 31 También les contó Jesús esta otra parábola: — El reino de los cielos puede compararse al grano de mostaza que el labrador siembra en el campo. 32 Se trata, por cierto, de la más pequeña de todas las semillas, pero luego crece más que las otras plantas y llega a hacerse como un árbol, hasta el punto de que en sus ramas anidan los pájaros. 33 También les dijo: — El reino de los cielos puede compararse a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina para que fermente toda la masa. 34 Jesús expuso todas estas cosas en parábolas a la gente, y sin parábolas no les decía nada, 35 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: Hablaré utilizando parábolas; pondré de manifiesto cosas que han estado ocultas desde el principio del mundo. 36 Después de esto, Jesús se despidió de la gente y entró en casa. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron: — Explícanos lo que significa la parábola de la cizaña en el campo. 37 Él les respondió: — El labrador que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, 38 y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que pertenecen al Reino, y la cizaña representa a los que pertenecen al diablo. 39 El enemigo del dueño, aquel que sembró la cizaña, es el diablo; la siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 Del mismo modo que se recoge la cizaña y se hace una hoguera con ella, así sucederá al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará entonces a sus ángeles, y ellos recogerán de su reino a todos los que son causa de pecado y a los que hacen el mal, 42 y los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. Quien pueda entender esto, que lo entienda”.

Este pasaje nos ilustra sobre la infinita paciencia y misericordia de Dios. En la Parábola de la cizaña, San Mateo no deja de pensar en la infidelidad de Israel a Jesús quien, en definitiva, era judío. La infidelidad era interpretada como adulterio en la línea de la tradición profética.

Más allá de aquellas circunstancias, tenemos por un lado a quienes proponían arrancar de inmediato a la cizaña, por el otro Jesús manifiesta la infinita paciencia de Dios y su propia misión de no anticipar el juicio del Padre. Así se expresa la doble intención de manifestar una severa advertencia a quienes rechazan y no reciben el Evangelio; y la invitación a los discípulos de continuar su misión sin caer en fanatismos, ni en la equivocada tentación de juzgar y condenar. No es nuestro rol, ni nos hace bien hacerlo. No juzgar, e incluso rezar por la iluminación de aquellos que percibimos como nuestros enemigos, es parte y síntoma de nuestra propia iluminación.
Luego tenemos las Parábolas del grano de mostaza y de la levadura. Lo que a primera vista es pequeño y potencialmente insuficiente, al final es excepcionalmente impactante, describiendo así la acción de Dios respecto a la vida y la presencia de Jesús, sin caer en el triunfalismo mesiánico o quedar atados solamente a lo que podemos llamar milagrismo, porque más allá de cualquier circunstancia, buena o mala, lo importante es seguir sembrando. El caracú de la palabra de hoy es la semilla que por sí misma crece y a su vez produce frutos, multiplicándose a lo largo de generaciones. El sembrador primigenio es Jesús, su campo es el mundo, la buena semilla sus discípulos, es decir, nosotros.

Por otro lado, tenemos a la cizaña que, por acción u omisión, son funcionales al maligno y restan… pero sabemos que cuando llegue el momento de la recolección, el fin del mundo, quienes no se hayan elevado, ya no lo harán, en una condena infligida: ya sea porque no quisieron escuchar, o directamente eligieron servir a la oscuridad. Está escrito: los justos brillarán en el cielo.

Dicho esto, tengamos en cuenta que la Palabra nos exhorta a ser realistas sin caer en el pesimismo, reconociendo que el mal está en el mundo y muchas veces hace falta discernimiento profundo para saber reconocerlo. Sin embargo, debemos transcurrir con la certeza de que el mal no vencerá. La Palabra es contundente en este aspecto: el que siembra trigo, cosecha trigo. Es que Dios está construyendo el Reino con nosotros, confiemos plenamente.

Esto es muy importante a la hora de formar una familia, no se trata de convivir sin más trascendencia que el estar “juntos”. Más bien se trata de una entrega generosa y de por vida buscando el bien del otro antes que el particular, cuando el relativismo nos empuja a poner en jaque la irrefutable lógica del amor. Hablamos del relativismo que todo lo corrompe, como la cizaña, y termina desvirtuando y naturalizando conductas reprochables en cualquier terreno o actividad social: trabajo, deporte, política, etcétera.
Esta cuestión no nos escapa a nosotros tampoco: cuando el personalismo convierte a muchas iglesias en algo cerrado, rompen o dificultan la comunión eclesial. Cuando pensamos que lo único importante y decisivo es simplemente tener fe, se vive un Dios a la carta, a nuestra medida... y no sería la idea. Tener fe está bien, pero se trata de sólo el primer paso. La gran aventura del amor nos espera allá afuera.

Por Rufino Giménez Fines – Sacerdote Rogacionista