Especial

La Palabra del Domingo

Rufino Giménez Fines

Permanece en el amor

En este primer domingo del tiempo de Adviento, corresponde la lectura del Evangelio de San Marcos, Capítulo 13, versículos del 33 al 37: “Por tanto, procuren estar despiertos, porque no saben cuándo llegará el momento. 34 Es como alguien que, al ausentarse de su casa, confía a sus criados la administración de ella; a cada uno lo hace responsable de su propia obligación, y al portero le encarga que vigile bien. 35 Estén, pues, vigilantes también ustedes, porque no saben cuándo va a llegar el señor de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o de madrugada. 36 ¡Que no los encuentre dormidos, aunque venga de improviso! 37 Y esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!”.
 
El Adviento es un tiempo especial de preparación con el que se da inicio a un nuevo “Año Litúrgico”, es decir, un nuevo año para la Iglesia Católica. El término "Adviento" proviene del latín “adventus”, que significa “venida”, “llegada”.
 
Este período litúrgico está organizado en torno a los 4 domingos previos a la Navidad, que luego se integran en la gran celebración del Nacimiento de Jesucristo, Nuestro Salvador, y su posterior Epifanía. Los días de Adviento componen un camino litúrgico y espiritual cuyo núcleo es la espera de la llegada de Jesús, el “Verbo Encarnado”.
 
Evolucionemos y dejemos de leer e interpretar a la biblia estando “a la defensiva”. Lejos de pretender infundirnos temor, el texto bíblico de hoy nos anima a construir el Reino sin desperdiciar tiempo ni energía… a permanecer en el amor. La esencia de la vida radica en amar y dejarnos amar aquí, para luego recibir el amor que nunca deja de llegarnos. El Señor nos invita a regocijarnos desde ya, conscientes de su búsqueda. Estamos aquí no solo para vivir o sufrir, sino también para contribuir a hacer de este mundo un lugar mejor, edificando el Reino en nuestras vidas, familias y comunidades, y más allá.
 
Hoy hablamos de la vigilancia y gozosa espera, y al mismo tiempo, de la conversión. Y es que debemos estar atentos y expectantes en función de la próxima venida del Hijo del Hombre. 
 
En ese sentido, Jesús nos dice que es importante no alimentar la pasividad, el conformismo y el miedo esperando “el fin del mundo” sino que debemos aprender a discernir los acontecimientos desde la mirada y el querer de Dios. Es decir, aprender a vivir (y esperar) permaneciendo en el amor. Porque desde el amor todo cambia: hasta la pena o el dolor más duro se atenúa, porque a partir de nuestra verdadera y profunda conversión, no estamos más solos.
 
Repito: las palabras de hoy no buscan alarmar, atemorizar o, directamente, sembrar el terror… no se llega a Dios desde ahí. Sí es cierto que se trata de un lenguaje muy directo (una semántica adaptada al nivel de comprensión de su época) para gestar una inicial y sana motivación entre sus seguidores. ¿Qué significa esto? “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” escribió Machado. No es lo mismo hablarle a quien necesita dar el primer paso, que a aquel que ya está lanzado al camino. No podemos explicar álgebra, si nuestra audiencia apenas intuye el concepto de multiplicación. Más aún, si a esa audiencia le han dicho por generaciones que ni siquiera es digna de que le expliquen de qué se trata. 
 
 Este nuevo tiempo litúrgico que empieza hoy es el año de San Marcos, quien en sus textos nos presenta la versión “más humana” de Jesús. 
 
El de Marcos es el más corto de los 4 evangelios, pero sirve de base al de San Lucas y al de San Mateo. A esos tres los llamamos “sinópticos” porque son una verdadera guía para que los discípulos aprendan a ser como el Maestro. 
 
Así, veremos que Jesús utiliza imágenes cercanas y conocidas para ellos: el dueño de casa que se ausenta por un viaje, pero sus sirvientes no saben cuándo volverá. Cristo enseña que ese tiempo no debe transcurrir en una espera pasiva; sino que tienen que estar alertas y aprender a discernir los signos de los tiempos: interpretar la voluntad de Dios en todos los momentos de nuestra vida; estar alertas para poder asumir de manera responsable y creativamente la construcción del Reino; estar alertas para vivir en plenitud el tiempo presente y esperar la parusía con alegría. En definitiva, no se trata de preocuparnos por cuándo sucederá; sino por encontrarlo ahora, en medio de nuestra vida cotidiana. 
 
“Cuando dos o más estén reunidos en mi nombre, yo estaré ahí con ustedes”, nos dice. En esta circunstancia de post pandemia, busquémoslo y escuchemos qué quiere que hagamos para que en medio de este caos y guerras podamos colaborar con el bien común y sobre todo en instaurar el Reino de Dios en defensa de la dignidad de las personas, de ese otro que es nuestro hermano. 
 
Abramos, entonces, los ojos y, sobre todo, el corazón. No vivamos la vida en espera, sino en esperanza.