Especial

La Palabra del Domingo

Rufino Giménez Fines

Palabras y acción

En este décimo quinto domingo del Tiempo Ordinario, corresponde la lectura del Evangelio de San Marcos, Capítulo 6, versículos del 7 al 13: “Cuando reunió a los doce discípulos y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. 8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni alforja, ni dinero en el bolsillo; 9 que fueran calzados con sandalias y no llevaran más que lo puesto. 10 Les dio estas instrucciones: — Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan del lugar. 11 Y si en algún sitio no quieren recibirlos ni escucharlos, márchense de allí y sacudan el polvo pegado a sus pies, como testimonio contra esa gente. 12 Los discípulos salieron y proclamaron la necesidad de la conversión. 13 También expulsaron muchos demonios y curaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite”.
 
Jesús reúne a sus representantes personales, los unge de autoridad y los envía al camino totalmente despojados de elementos personales o alimentos: es decir, a merced de la providencia del Padre en contraposición al status religioso del momento que estaba asociado a la capacidad económica. Es decir, para ser digno del Reino de Dios, no hace falta más que entregarse y servir. 
 
La conducta y los poderes (no sus aspectos ni posesiones materiales) de estos apóstoles manifestarán que son auténticos representantes del Salvador, y quienes los acepten como tales recibirán la gracia de ser sanados.
 
El apostolado, parte integrante del Reino de Dios sigue vigente el día de hoy en cuanto por el Bautismo son elegidos y enviados como trabajadores del Señor. Ahora, el mandato de Dios es anunciar la Palabra. El desprendimiento, la total confianza, la entrega… así los apóstoles predican la conversión anunciando lo que han visto y oído. 
Otro aspecto singular de esta lectura es que los envía de a dos, lo cual nos hace pensar en el revelador versículo del Evangelio de Mateo: "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Y es que también nadie se salva solo, sino en comunidad, ayudándose mutuamente, cediendo y compartiendo, animándose y corrigiéndose mutuamente… 
 
Jesús confía y cuenta con ellos aunque a menudo no lo entendían o lo hacían a medias. Lo veremos más adelante durante la Pasión, cuando lo abandonan, o luego de resucitado, cuando se esconden y algunos no creen aun cuando lo están viendo y oyendo.
 
Aun así, los envía para hacer lo mismo que él: predicar la conversión, llevar la buena noticia, la posibilidad de cambio de vida a partir de la iluminación y paz interior que nos da la apertura al amor de Dios y a la fraternidad entre los hombres como signo de la llegada del Reino. 
Estos apóstoles tienen la potestad de curar las enfermedades físicas y espirituales, expulsaban demonios, y ungían con aceite en nombre de Jesús. Es decir, no sólo hablan sino que sus obras les acompañan: el apostolado es palabra y acción. Y es que muchas veces los hechos hablan más que las palabras. Por eso, es importante dar testimonio si fuimos testigos de una gracia, favor o milagro del cielo recibido por nosotros mismos o alguien cercano. Sin embargo, muchos callan para no ser señalados como locos o fanáticos. 
 
Hoy en día tenemos necesidad de auténticos profetas, no de cristianos “de oficio”. Aquí y ahora Jesús quiere confiar y contar con nosotros, nos llama y envía a anunciar la buena noticia aunque tampoco nosotros acabemos de “entender”, tal como aquellos primeros apóstoles. 
Como en los tiempos de Jesús, también hoy todavía existe miseria frente a la abundancia y el despilfarro. Injusticias sistematizadas. Marginados, familias enteras sin trabajo, niños abandonados y explotados… lanzar la verdad puede traer duras consecuencias, pero es la misión de discípulos y misioneros de ayer y de hoy. Hablamos del anuncio de la Palabra, y también apelemos a la denuncia para desenmascarar la falta de compromiso y fidelidad en el seguimiento de las enseñanzas del Señor.   
Como cristianos que hemos conocido a Jesús, su misión y su evangelio, debemos sentirnos misioneros. Estamos llamados a ser discípulos y continuar el camino señalado. Invoquemos al Espíritu Santo y, paso a paso, cada uno en el rol que le toque, no dejemos de avanzar en ese sentido: no dejemos nunca de sembrar. Sólo Dios sabe dónde, cómo y cuándo prosperará cada semilla. 

Rufino Giménez Fines – Sacerdote Rogacionista