El sueño era tan esquivo como la inspiración que necesitaba. Desde que me mudé a este departamento, no he conseguido escribir más de media página antes de darme por vencido y borrar por completo el documento. Mi mente está en blanco, es difusa, es incoherente. Puedo vivir día a día, pero hacer tareas complejas parece imposible. Conforme más pasa el tiempo, más siento que yo no soy yo.
Peor aún, dormir se había vuelto una tarea agobiante. Siento mi pecho tenso y pesado, y me cuesta moverme bajo las sábanas, como si estuviesen hechas de un material muchas veces más pesado que la tela. Esa noche en particular, estaba intentando conciliar el sueño cuando un sonido me desconcierta. Tenue. Casi inapreciable. Pero estaba allí. ¿Una gota…?
Me levanto, sobresaltado. Miro a mi alrededor, todo se ve normal. Bajo la vista al suelo.
Un círculo oscuro, de un tono como el bermellón. Enciendo la luz. Se ve… como sangre. Se ve como sangre, realmente. Sangre. ¿Sangre? Qué hace aquí la… condenada. Sangre.
Atajo mi mente. No puede ser sangre. ¿Cómo llegaría aquí? Alzo la vista, y miro el techo. Se ve pulcro. Impoluto. Perfectamente normal. Intenté hilar mis ideas, hallar una explicación. Pero la niebla mental entorpece el acto. Cuando me doy cuenta, llevaba diez minutos de pie, mirando la mancha en el suelo, sin moverme ni decir nada.
Eventualmente me gana una frustración propia de quien no consigue pensar con claridad. Tomé un trapo y limpié la mancha. El piso quedó sin marca alguna. Volví a acostarme a dormir. Esta noche tiene que terminar, y yo tengo que escribir mañana, o van a despedirme del trabajo ….
De nuevo, un sonido. Me levanto de golpe, pero no veo nada raro. Hasta que miro al suelo, y encuentro, cómo no, una gota bermellón. La observo con una mezcla entre furia e incredulidad. ¿Qué necesidad tiene esta cosa de pasarme a mí? Ya tengo suficientes problemas. Tengo que escribir. Tengo que escribir.
Ni siquiera me molesté en limpiarla. Solo me acosté de nuevo y cerré los ojos. Cubrí mi rostro con otra almohada y me dejé llevar. … horas y horas pasaron. No volví a oír nada más. Ni siquiera sé si dormí.
Al día siguiente fui a ver a un doctor. Le expliqué lo que me estaba pasando. Sospechó de alguna infección o virus. Me dió algo de medicina, y fui directo a comprarla. Necesito estar mejor, necesito estar mejor.
Se me va la vida.
Regreso a casa, inmediatamente siento el aire algo frío. Tomo mi medicina. Intento no pensar demasiado en nada, por un momento, pero es difícil. Me encamino a la computadora, intentando enfocarme en la escritura. Solo debo poner palabras en orden.
Es fácil. Hasta un mandril podría hacerlo. ¿Verdad?
… cuando llego a la laptop depositada sobre un escritorio improvisado, me sorprendo al notar que las teclas están cubiertas de… algo. Una cosa negra. ¿Negra? Nervioso, la toco. ¿Qué…? Es cabello. Cabellos, oscuros, cortos, repartidos sobre mi computadora.
Algo en esto me hace querer vomitar. Me dirijo al baño, pronto, y arrojo en el inodoro, abierto. Repito el proceso por un minuto alrededor. Cuando termino, me lavo la cara, los dientes. Me miro en el espejo, mientras lo hago…
…
¿Ese soy yo?
Algo no está bien…
… algo es distinto…
… mi cabello está más corto. Bastante más corto.
… no recuerdo…
……. no recuerdo haberme cortado el cabello…
Un temblor fuerte me sacude. Claramente algo está pasando. Claramente algo está pasando conmigo. Tengo que salir… ¡No! Salir es una mala idea, salir no suena como un buen plan. Me sonrío a mí mismo, en el espejo.
¿Por qué querría salir? Aquí pienso con más claridad. … ¿creí era al revés?
Se siente bien estar aquí, de hecho. Este cabello no me sienta mal.
… no me sienta mal… es cierto. De hecho, hace rato quería cortármelo.
Voy haciendo mi almuerzo. Realmente no es la gran cosa, me distraje mientras me cortaba el cabello. Estoy seguro que podré acomodar las palabras muy pronto, alinearlas tal y como necesito. Una vez comienzas ese monólogo, es fácil de mantener.
Sí… así es. Sonrío para mí. Creo que almorzaré mientras veo alguna cosa, luego me pondré a escribir.
…
Sonreí, había terminado de escribir. Tres horas después, por fin la historia está hecha. Mis ojos vuelven al inicio, buscando leerla.
¿?
Parpadeo. Leo sobre alguien sofocándose. Alguien sintiéndose aplastado. Alguien, lastimado, gritando, desarmándose, entre un espacio y otro. Yo escribí esto… sí.
Recuerdo haberlo escrito.
Pero es como si no lo hubiera pensado.
Sencillamente vino a mí.
Viene, a mí.
Es divertido.
Es natural… es cómodo.
…
Tocaron a mi puerta. Abrí, con una expresión amena. Me mira un hombre, el encargado del edificio. “Te ves distinto.”, me dice.
“Me acostumbro a mi hogar.”, respondí.
“No te acostumbres mucho. Vas a tener que irte por un par de días. Te vamos a pagar un hotel.”
… me siento asustado, temeroso.
“¿Eh? ¿Sucedió algo?”, pregunté.
“Estabamos revisando el piso superior, que es una suerte de depósito. Hay una infección terrible de moho y hongos. Es un peligro para la salud inmenso, puede hacer mucho daño. Hay que limpiarlo pronto.”
… ¿hongos? ¿moho? … ¿he estado inhalando eso todo este tiempo? Bien es sabido que los hongos pueden causar gran deterioro cognitivo cuando saturan un área…
.. la idea comienza a aflorar en mi cabeza, la posible razón para mi malestar. ¿Pero entonces, cómo comencé a sentirme mejor…? Tal vez la medicina ayudó algo. No puedo evitar sonreír, sentir algo de alivio.
“Gracias. En ese caso iré a donde me digas. Junto mis cosas y vamos.”
…
… la noche que pasé en otro sitio fue la peor noche que he pasado en mi vida.
Pensé que todo estaba bien. Me sentía claro de mente, claro de ideas. Y pude distraerme un rato, relajarme. Era un hotel cómodo, confortable.
Pero de pronto, un malestar. Un dolor, inmenso, en mi cabeza, mis ideas. Mis pensamientos estaban nublados. … mis ideas estaban torcidas. Veía siempre, ¿un, rostro, de alguien, gritando? No importaba donde mirase, o si cerraba los ojos.
Era como si intentase aferrarse a mí. Respiré profundo. Intenté mantenerme, cuerdo. Poco a poco fue haciéndose más débil. Más débil… más débil…
… para las cinco de la mañana, con el amanecer, el rostro se había ido.
No solo eso, me sentía… yo.
…¿? ¿...qué fue…? De pronto, todo lo que he hecho los últimos días se siente como haber visto a alguien más en tercera persona.
… ¿qué diablos? …¿quién, qué estaba haciendo? ¿qué he estado haciendo?
La confusión me toma. Me abrazo a mí mismo. Intenté conciliar el sueño pero no pude. FInalmente bajé a tomar un café en el restaurant del hotel, a alrededor de las siete de la mañana.
Mientras lo bebía, recobrando algo de compostura, recibí un mensaje del encargado.
“Vas a tener que quedarte un par de semanas allí. Había un cuerpo en el entrepiso, entre tu departamento y el ático. Parece que lleva años descomponiéndose, está completamente repleto de hongos e insectos.”
Dejé el teléfono en la mesa y continué bebiendo mi café, con una expresión vacía.
Al día siguiente rompí el contrato y me mudé inmediatamente. Aún soy algo hipocondríaco, y paso gran parte de mi tiempo manteniendo mi espacio limpio.
El relato que escribí en ese departamento hoy es parte de una antología, por la que aún recibo regalías. Me ha dado un buen caudal, no mentiré. Pero creo harán falta un par de décadas antes de que haya valido la pena.
Juan Bulacio