Este domingo, 9 de noviembre, se celebra la Dedicación de la Basílica de Letrán, la Catedral del Papa, considerada la “Madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo”. En esta fecha corresponde la lectura del Evangelio según san Juan, capítulo 2, versículos 13 al 22: “Estaba ya próxima la fiesta judía de la Pascua, y Jesús subió a Jerusalén. 14 Encontró el Templo lleno de gente que vendía bueyes, ovejas y palomas, y de cambistas de monedas sentados detrás de sus mesas. 15 Hizo entonces un látigo con cuerdas y echó fuera del Templo a todos, junto con sus ovejas y sus bueyes. Tiró también al suelo las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. 16 Y a los vendedores de palomas les dijo: — Quiten eso de ahí. No conviertan en un mercado la casa de mi Padre. 17 Al verlo, sus discípulos se acordaron de aquellas palabras de la Escritura: El celo por tu casa me consumirá. 18 Los judíos, por su parte, lo increparon diciendo: — ¿Con qué señal nos demuestras que puedes hacer esto? 19 Jesús les contestó: — Destruyan este Templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo. 20 Los judíos le replicaron: — Cuarenta y seis años costó construir este Templo, ¿y tú piensas reconstruirlo en tres días? 21 Pero el templo de que hablaba Jesús era su propio cuerpo. 22 Por eso, cuando resucitó, sus discípulos recordaron esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había pronunciado”.
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La escena transcurre durante los días de la Pascua judía, el momento central de la fe de Israel, en el que se conmemora la liberación del pueblo de la esclavitud en Egipto. Jesús entra en el lugar sagrado —el templo— y, con toda energía, desautoriza lo que allí sucede.
Que haya mercaderes no es lo más importante; en todo caso, es una consecuencia del desvío espiritual. Con este gesto, Jesús nos enseña que no se necesitan sacrificios ni rituales vacíos. Hay que seguir la Buena Noticia: son tiempos de una Nueva Alianza.
Los cristianos debemos tener esta convicción: Dios nos ha amado antes de que nosotros lo amáramos a Él. Es necesaria nuestra a-per-tu-ra espiritual para practicar esta alianza, vivirla y dis-fru-tar-la, siendo personas plenas.
Debemos comprender que Dios se hace fuerte en la debilidad, donde se manifiesta sabio y poderoso. Ya no predicamos a un Mesías de hechos portentosos ni de argumentaciones irrebatibles, sino a un Mesías clavado en la cruz, fiel a la voluntad del Padre y dispuesto a sacrificarse por amor a todos nosotros.
Sin embargo, la sabiduría y la entrega de la cruz son escándalo para los judíos y necedad para los paganos. Jesús no quiso cambiar la estructura religiosa de su pueblo, sino transformar la realidad humana. Y eso sigue interpelándonos hoy: el engaño, la opresión, la violencia, la calumnia, la hipocresía... Jesús quiso transformar una sociedad violenta y superficial en otra que viva en armonía y en paz.
Se trata de reivindicar la dignidad humana por encima de la corrupción y los desvíos del sistema social y religioso. Jesús quiere reafirmar el absoluto respeto por la singularidad de cada persona y el innegociable valor de la vida.
¿Cuántos abusos hacia el prójimo vemos a diario? ¿Tenemos conciencia de la gravedad del aborto? El verdadero templo no es el construido por manos humanas, sino el ser humano creado por Dios. En definitiva, es en el prójimo donde Dios quiere ser venerado, reconocido, amado y perdonado.
El Evangelio de este domingo nos invita a cuidar el templo como casa de Dios y a reconocer en nuestro cuerpo el templo del Espíritu Santo. Él sabe lo que hay en nuestro corazón, conoce nuestra esencia amorosa y, por eso, nos llama a cuidar no sólo nuestro exterior, sino —fundamentalmente— nuestro interior, para que esté conforme a su voluntad, porque su casa debe ser casa de oración.
Demos gracias a Dios por querer habitar en nuestros cuerpos y en los templos donde encontramos su contención y su presencia. Pidamos que nos ayude a valorarlos y cuidarlos conforme a su voluntad, y a administrar sabiamente los medios que nos concede para hacerlo.
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Que tengan una iluminada semana. Bendiciones.