Entre pelos y plumas: el carnavalesco coiffeur Fernando Amarillo
Uno de los peluqueros de renombre en nuestra ciudad, cuenta su pasión por el peine y las tijeras, y habla de su "hobbie veraniego": bailar al ritmo del carnaval entrerriano.

La semana se termina. Paula lo aguarda con celeridad, al igual que su turno de sentarse en el sillón. Carga en su espalda el stress de complicadas jornadas laborales y de tediosas obligaciones hogareñas. Por fin ha llegado el momento de descargarse.
La maraña primero debe ser desenredada. Paula relata lo más importante de su semana, deteniéndose en algún que otro detalle peculiar. Cuando el panorama es ordenado y prolijo, el profesional pregunta qué es realmente lo que la mujer desea. Dubitativa es la elección, confuso el mensaje. Sin embargo, juntos van elaborando una respuesta satisfactoria para ambos. Paula siente que dio en la tecla y, en adelante, el desafío para el profesional consiste en ayudarla a concretar ese anhelo tan íntimo y especial. Entonces, Paula dejará el lugar con la certeza de que ha acontecido un cambio en su cabeza.
En un país de psicoanalistas, el colmo del coiffeur es estar del otro lado del diván. Pero los salones de peluquería han desbordado su función, para convertirse en verdaderas terapias posmodernas. “Así se debe tomarlo, hay que estar preparado para prestar el oído” asegura Fernando Amarillo, el peluquero local que mejor ha entendido los tiempos que pasan y los peinados que corren.
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Femando arribó a Campana en 1998, con la experiencia de haber trabajado en prestigiosas cadenas de peluquerías, como Pino Leo Lina y D´Atuan. De allí, la idea de ofrecerles un servicio de calidad a sus clientes. “Abrí mi propio salón en el 2001, con el gran apoyo de la familia Modarelli. Fue difícil, era la época del corralito. Recuerdo que abrieron unas diez peluquerías, y por suerte la mayoría sigue en pie. Campana me ha dado mucho”, cuenta.
Tal es así, que dice sentirse en parte “campanero”. El coiffeur es oriundo de la localidad entrerriana de Villaguay, donde de pequeño descubrió su afición por el corte. Frecuentando la peluquería del pueblo, Fernando dio sus pasos inaugurales en el mundo de las tijeras. “Considero a Marcelo Lecot mi maestro. Pero era muy difícil vivir de la peluquería en Villaguay, por lo que cuando cumplí los catorce me fui a vivir a Capital”, rememora.
La adaptación en la gran ciudad no le resultó sencilla. Dice que la peluquería es un ambiente muy celoso, más aun cuando en un mismo salón trabajan cincuenta personas. Sin embargo, sus ganas de aprender y progresar nunca le hicieron perder la cuota de compañerismo necesaria para lograr una buena convivencia.
“Cuando comencé a tratar con los demás profesionales de Campana, también me encontré con gente muy capaz, con la que se podía mantener un trato cordial a pesar de la lógica competencia”, comenta Fernando, sin dejar de subrayar una habilidad muy singular: “Cuando camino por el Centro, miro cabezas y voy diciendo ´este peinado lo hizo tal peluquero´, ´esa mujer paso por tal salón´. Está bueno que cada peluquero de la ciudad tengan un estilo único, distinguible, así la gente tiene la posibilidad de elegir”.
Fernando trabajó durante diez años junto a Silvina Bastia, hoy al frente de su propia peluquería. “Para mí es un orgullo que la gente de mi equipo crezca a mi lado. Con Silvina recorrimos un trayecto de mutuo aprendizaje”, asevera.
“Siempre digo que la peluquería sólo puede ejercerse si se ama de verdad, si te apasiona. De lo contrario, es imposible. Más allá de los libros, de la teoría, es en la práctica, en el ejercicio diario con los clientes, donde yace el auténtico conocimiento. Y la posibilidad de dar rienda suelta a tu creatividad”, explica el entrerriano, para enseguida definirse como un peluquero que busca crear looks sin dejar de atender las necesidades particulares del cliente: “No me sirve hacerle a una mujer un peinado complejo y costoso, que no pueda mantener en la semana o en el mes. Quiero que cada mujer y hombre que se siente en mi sillón se vaya con la satisfacción de recibir lo que mejor vaya con su modo de vida, profesión y nivel económico”.
-Si, hace dos años que participo en el carnaval de Gualeguay. Tengo amigos gualeyos que me han invitado a formar parte de la comparsa Samba Verá. Justamente, acabamos de salir campeones de las festividades de verano.
-¿De qué manera estás involucrado?
-Voy porque me gusta. Es algo que llevo dentro desde chiquito. Mi viejo era director de comparsa en Villaguay. Empecé allí, luego pasé a Gualeguaychu. Ahora no sólo bailo en Gualeguay, sino también me encargo de los peinados de las bailarinas y bailarines. Da trabajo porque cada rol posee su propio look. Pero el carnaval me desenchufa.
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La psicología del color sostiene que el amarillo representa fuerza de voluntad, da sensación de impulso y poder. El exterior de la peluquería de Fernando está pintado de esta tonalidad, y no sólo por su apellido. “Hace casi 15 años llegué sin nada y hoy cumplo todos los dias mi sueño de dirigir un salón. Por supuesto, me pongo nuevas metas, acompañado siempre por mi pareja, Sergio de León. Voy a empezar a realizar un curso de diseño de alta costura. Quiero que mis clientes tengan un servicio completo en mi peluquería. Los considero mis amigos. Cuando no lo sienta así, colgaré las tijeras. Mientras tanto, seguiré dándoles lo mejor”, afirma. En el salón de Paso y Sarmiento, corte y (en breve) confección.
La maraña primero debe ser desenredada. Paula relata lo más importante de su semana, deteniéndose en algún que otro detalle peculiar. Cuando el panorama es ordenado y prolijo, el profesional pregunta qué es realmente lo que la mujer desea. Dubitativa es la elección, confuso el mensaje. Sin embargo, juntos van elaborando una respuesta satisfactoria para ambos. Paula siente que dio en la tecla y, en adelante, el desafío para el profesional consiste en ayudarla a concretar ese anhelo tan íntimo y especial. Entonces, Paula dejará el lugar con la certeza de que ha acontecido un cambio en su cabeza.
En un país de psicoanalistas, el colmo del coiffeur es estar del otro lado del diván. Pero los salones de peluquería han desbordado su función, para convertirse en verdaderas terapias posmodernas. “Así se debe tomarlo, hay que estar preparado para prestar el oído” asegura Fernando Amarillo, el peluquero local que mejor ha entendido los tiempos que pasan y los peinados que corren.
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Tal es así, que dice sentirse en parte “campanero”. El coiffeur es oriundo de la localidad entrerriana de Villaguay, donde de pequeño descubrió su afición por el corte. Frecuentando la peluquería del pueblo, Fernando dio sus pasos inaugurales en el mundo de las tijeras. “Considero a Marcelo Lecot mi maestro. Pero era muy difícil vivir de la peluquería en Villaguay, por lo que cuando cumplí los catorce me fui a vivir a Capital”, rememora.
La adaptación en la gran ciudad no le resultó sencilla. Dice que la peluquería es un ambiente muy celoso, más aun cuando en un mismo salón trabajan cincuenta personas. Sin embargo, sus ganas de aprender y progresar nunca le hicieron perder la cuota de compañerismo necesaria para lograr una buena convivencia.
“Cuando comencé a tratar con los demás profesionales de Campana, también me encontré con gente muy capaz, con la que se podía mantener un trato cordial a pesar de la lógica competencia”, comenta Fernando, sin dejar de subrayar una habilidad muy singular: “Cuando camino por el Centro, miro cabezas y voy diciendo ´este peinado lo hizo tal peluquero´, ´esa mujer paso por tal salón´. Está bueno que cada peluquero de la ciudad tengan un estilo único, distinguible, así la gente tiene la posibilidad de elegir”.
Fernando trabajó durante diez años junto a Silvina Bastia, hoy al frente de su propia peluquería. “Para mí es un orgullo que la gente de mi equipo crezca a mi lado. Con Silvina recorrimos un trayecto de mutuo aprendizaje”, asevera.
“Siempre digo que la peluquería sólo puede ejercerse si se ama de verdad, si te apasiona. De lo contrario, es imposible. Más allá de los libros, de la teoría, es en la práctica, en el ejercicio diario con los clientes, donde yace el auténtico conocimiento. Y la posibilidad de dar rienda suelta a tu creatividad”, explica el entrerriano, para enseguida definirse como un peluquero que busca crear looks sin dejar de atender las necesidades particulares del cliente: “No me sirve hacerle a una mujer un peinado complejo y costoso, que no pueda mantener en la semana o en el mes. Quiero que cada mujer y hombre que se siente en mi sillón se vaya con la satisfacción de recibir lo que mejor vaya con su modo de vida, profesión y nivel económico”.
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-Además de la peluquería, te apasionan los carnavales de tu provincia…-Si, hace dos años que participo en el carnaval de Gualeguay. Tengo amigos gualeyos que me han invitado a formar parte de la comparsa Samba Verá. Justamente, acabamos de salir campeones de las festividades de verano.
-¿De qué manera estás involucrado?
-Voy porque me gusta. Es algo que llevo dentro desde chiquito. Mi viejo era director de comparsa en Villaguay. Empecé allí, luego pasé a Gualeguaychu. Ahora no sólo bailo en Gualeguay, sino también me encargo de los peinados de las bailarinas y bailarines. Da trabajo porque cada rol posee su propio look. Pero el carnaval me desenchufa.
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