Dos historias unidas por la misma profesión

Un día como ayer pero de 1917, un grupo de instituciones y de odontólogos independientes se reunieron en Santiago de Chile con el objeto de constituir
Por ello, Campana Noticias, en un humilde y sentido homenaje, relata entre sus titulares, dos grandes historias de vida, diferentes en la superficie pero semejante en su pasión:
Antes todo… la familia
Se puede asegurar que Juan Enrique Mirey, 29 años, hijo menor de una familia de tres generaciones con la misma profesión, eligió ser odontólogo por obligación. Pero no. Él se encarga de aclarar que “nunca existieron presiones”. Si bien toda su infancia dijo que no iba a seguir la carrera de su abuelo, padre y hermanos, con el paso del tiempo y sin darse cuenta, el interés y la pasión por la odontología le llego casi inexplicablemente. “Recuerdo que tenia varias opciones como Filosofía y Letras, Psicología y hasta medicina. Pero me di cuenta que me gustaba la odontología y que lo negaba porque no quería seguir el “legado” familiar. Y una vez que empecé la carrera me di cuenta que no me había equivocado. No se si es el destino, pero puedo asegurar que soy odontólogo por convicción y no por obligación ni presión”.
Por el contrario Ezequiel Savastano, 31 años, supo desde muy chiquito que quería ser “dentista”.”Desde que recuerdo quería seguir esta profesión. Me llamaba mucha la atención todo lo relacionado a la salud, y específicamente la odontología, por lo que con el correr de los años, me fui asesorando con referentes del área y cuando llegó el momento de decidir no lo dude: quiero ser odontólogo, dije”.
Pero todo no fue tan fácil. Así lo recuerdan ambos profesionales una vez cursando la carrera. “Los primeros años fueron difíciles porque no solo tenias que adaptarte a una nueva realidad académica sino también a una nueva ciudad (Ezequiel se mudó a
Ezequiel, comenta que por aquel entonces pensó en dejar los estudios en más de una oportunidad, pero el esfuerzo que realizaba su familia por sus estudios, lo hacían “seguir adelante” y “esforzarse aun más” a pesar de las dificultades que se presentaban. “La carrera de odontología es muy costosa y mis viejos, papá mecánico y mamá ama de casa, hicieron un sacrificio enorme para que yo pueda estudiar y cumplir mi sueño”.
Este mismo esfuerzo también lo vivió Juan que, a pesar de tener una familia con su mismo estudio, decidió adquirir sus propias experiencias y estudiar de acuerdo a su “metodología”. “Recuerdo que cuando estudiaban mis hermanos, los fines de semana llegaban a Campana y le consultaban a mi papá sobre alguna materia o forma de estudio. Yo todo lo contrario. Buscaba mis propias experiencias hasta que me di cuenta que sus conocimientos me ayudaban”.
Dos realidades en un mismo camino
Durante los 6 años de estudio, Ezequiel y Juan pasaron por experiencias y sentimientos diferentes. Juan, estuvo avocado al estudio por completo, lo que le permitió concentrarse en la carrera y dedicar el tiempo libre a su otra gran pasión: el teatro.
“Por suerte en mi tiempo de estudiante pude cursar las materias sin la necesidad de trabajar para cubrir los gastos, lo que implica mucha responsabilidad porque sabes que tus viejos te están ayudando a progresar y uno no quiere fallar”, afirma Juan. “En una familia donde todos tienen la misma profesión que vos, las reuniones familiares muchas veces se convierten en un gran consultorio. Por eso, las clases de teatro o los momentos con amigos son muy importantes porque me destejan. Son mi cable a tierra”, agrega.
En cambio, Ezequiel realizó todo tipo de trabajo y en varias partes de la provincia de Buenos Aires. “En
¿Y los pacientes donde están?
Al recordar las primeras experiencias con pacientes, Ezequiel recuerda que al promediar el cuarto año y ante la ansiedad por atender y aplicar todos la teoría, “un día decidimos con un amigo irnos a un Hospital de Melchor Romero y ofrecernos para atender o por lo menos que nos permitan observar las practicas de los Odontólogos. Por suerte, nos aceptaron y a partir de ese día y por dos años, íbamos dos veces por semana llueve, truene o se caiga el cielo. No nos perdíamos la experiencia ni locos. Sin lugar a dudas, ese nosocomio de excelentes profesionales con ganas de aprender e intercambiar experiencias, me ayudó a formarme profesionalmente y a relacionarme con los pacientes”.
De igual manera, Juan revive ese momento donde la emoción se mezclaba con la ansiedad por “llevar a la practica” aquello que estudio y vio por años concretar a su familia. “La ventaja que tenemos los odontólogos es que creamos un vinculo con los pacientes. Tratamos de mejorar sus dolencias a partir del tratamiento medico pero también desde lo humano”.
Mi hijo, el Odontólogo
Con 24 años, tanto Juan como Ezequiel ingresaban profesionalmente al mundo de la medicina bucodental en donde hoy son considerados unos de los máximos referentes de la nueva generación.
De aquella ocasión, Ezequiel recuerda una anécdota que todavía hoy lo llena de emoción y alegría “Me acuerdo que cuando recibí el diploma de graduación nos sacamos una foto con mi viejo, los dos de traje. A la semana, estábamos trabajando en el taller y llenos de grasa nos volvimos a sacar la misma foto con el diploma. Hoy, esa imagen colgada en un cuadro sintetiza el esfuerzo y el trabajo que hicimos como familia”.
Actualmente, ambos odontólogos disfrutan de sus primeros años de trabajo, donde aseguran que el bienestar de los pacientes y la calidad de atención son la clave para que las personas, principalmente los niños, lleguen al consultorio despojado de cualquier miedo. “La odontología cambio mucho con el correr de los años. Antes el dentista tenía otros tratamientos de acuerdo a la tecnología y medicamentos de la época. Ahora, es mucho más agradable y menos invasivo, por lo que la predisposición de las personas al venir a nuestros consultorios es más amena”, coinciden en reflexionar.
Juan, atiende en el Consultorio Odontológico familiar, que abrió sus puertas hace varios, varios años y que fue sumando despachos con la llegada de las nuevas generación de la saga dentista. “Nosotros somos una familia muy unida en todo sentido. Por eso trabajar en familia es un placer. Nos permite interactuar, contenernos y apoyarnos constante”, ponderó. También, trabaja en el Centro Integrador Comunitario del Barrio Lubo, que depende del Hospital Municipal, donde además de atender a pacientes adultos, hace un interesante trabajo de prevención con los niños del barrio, donde le da vida a “Leopoldo”, un perro con una boca y dientes grandes que enseña a cepillar los dientes jugando.
Por su parte, Ezequiel luego de realizar algunos trabajos en diferentes consultorios de otros profesionales, decidió emprender su propio camino y alquiló un viejo local que, junto a su familia, restauró y lo convirtió en un calido consultorio bien característico. A su vez es docente de
Hoy también ambos profesionales viven un momento más que especial, ya que sus vidas están dando nuevos pasos que los volverán a marcar y dejaran sus huellas: Juan, está en plena mudanza a un departamento en donde vivirá solo y Ezequiel, a meses de su casamiento. Ambos, con la mirada en el futuro, el cual determinará si habrá nuevas generaciones de odontólogos y nuevas historias para contar.