Cualquier argentino que alguna vez haya iniciado un fuego en la parrilla sabe, explícita o implícitamente que tal reacción necesita de un combustible (carbón/madera), un comburente (oxígeno) y calor (el fósforo encendido). Si bien por teoría o por “calle” los vecinos tenemos esto en claro, en las últimas jornadas una serie de dudosas fotos y publicaciones (tanto en medios nacionales como algunos locales) intentaron convencernos de que un pote de alcohol en gel, dejado al sol en el auto… ¡Explota!
Tales artículos argumentan que mientras el punto de ebullición del alcohol etílico es de 78 grados centígrados, el mismo ya se vuelve inflamable a los 38,5°. Si se tiene en cuenta que la temperatura ambiente del auto, especialmente al estar estacionado bajo el sol puede llegar hasta los 70°, un envase de alcohol en gel podría llegar a estallar, incendiando una parte o bien todo el vehículo.
En comunicación con el Licenciado Diego Gotelli (director del Centro de Información Química para Emergencias), y las ingenieras Norma Panelli y Nancy Carrizo; desde Campana Noticias notamos un amplio consenso respecto a una evidente ignorancia y/o falsedad detrás de esta afirmación.
Imaginemos una situación cotidiana en el actual contexto de pandemia: Vuelvo a casa y me cubro las manos de alcohol en gel en busca de respetar los correctos protocolos de seguridad e higiene. Todas las variantes de alcohol son sustancias altamente volátiles, lo cual implica que se ya se comenzará a expeler vapor, por el contacto y la fricción. Supongamos ahora que accidentalmente y de forma inmediata paso mis manos húmedas por encima de una hornalla encendida. El “triángulo de fuego” del cual recién hablábamos se completa, y acabo quemándome la mano.
Planteemos ahora este proceso respecto a un pote de alcohol en gel dentro de un auto estacionado al sol. El etanol se encuentra dentro de un envase a una alta concentración (por su función bactericida), en conjunto con otras sustancias tales como la glicerina, que aportan a la mezcla la viscosidad que lo transforma en gel. Efectivamente, se genera tal vapor dentro del envase… ¡pero falta una llama!
Para entender esto, debemos tener en cuenta otro concepto: el de “temperatura de autoignición”. Es decir, a qué temperatura la energía recibida es tanta que un material inflamable puede cobrar llamas por sí mismo, sin la necesidad de un detonante externo (el encendedor, la chispa, la llama): Para que el alcohol se “prenda fuego solo” necesita encontrarse a una temperatura de… ¡423 grados centígrados!!!
Esto implica que para que un pote de alcohol en gel “explote” tal como fue descripto, el interior del automóvil debería encontrarse a tal temperatura. Un auto cuya temperatura ambiente es de más de cuatrocientos grados ha dejado de ser un “auto” hace tiempo, y un recipiente de alcohol en gel en su interior se volvería la menor de las preocupaciones.
Para que el escenario planteado entonces se vuelva real, si uno dejara alcohol en gel en un vehículo, dependiendo del envase (dado que si no es el adecuado puede romperse), sólo podría inflamarse si en primer lugar se generó la suficiente vaporización, luego alguien ingresa y por último prende un encendedor en tal ambiente. La idea de que un envase descansando sobre el tablero puede explotar por sí solo se vuelve entonces ridícula.
Para dar un ejemplo más claro, si por alguna razón dentro de la refinería local se rajara un caño produciendo una pérdida de combustible, el hecho que éste se encuentre ahora al sol no será condición suficiente para que el mismo se incendie. Sólo si aparece el elemento detonante, a saber, una chispa que le permita alcanzar los 423°, apenas allí la reacción se produciría.
Las únicas situaciones en las cuales puede darse un problema es en casos donde se produzcan “efectos lupa” muy concretos, o bien situaciones donde el cablerío del vehículo pueda generar alguna chispa menor que alcance al alcohol y lo haga arder. En fin, hay situaciones puntuales que puedan resultar desafortunadas, pero según el testimonio de las fuentes citadas más arriba es importante brindar tranquilidad a los vecinos, ya que son altamente improbables. Son eventos, por así decirlo, de “mezcla justa”.
Lamentable, este tipo de rumores podrían haberse “viralizado” en el marco de la tragedia que acabó con la vida de una joven de 18 años en un bar de San Miguel. Armados con este conocimiento entenderemos que se trata de un fenómeno distinto: La mesera echó el alcohol (combustible) sobre el centro de mesa, que en contacto con la antorcha encendida (detonante) y el aire (comburente) hizo entrar al líquido en llamas. Como paréntesis, cabe destacar otro dato errado al respecto: En este caso no se trató de una explosión sino de una “deflagración”, lo cual implica una combustión de baja velocidad de propagación y que se extingue con rapidez, pero que lamentablemente tuvo la fuerza suficiente para causar el trágico hecho.
Debemos considerar entonces técnicamente qué es lo que dejamos dentro del auto. Si en cambio de alcohol en gel lo que dejamos dentro son toallitas embebidas en etanol, bien cerradas, es muy improbable que el alcohol vaporice alcanzando una atmósfera inflamable. En este caso, podremos ver el envoltorio “inflado”.
En los casos que el envase alcance altas temperaturas produciendo mucha vaporización, el riesgo no es la posibilidad de que reviente, sino simplemente que el mismo se quede sin alcohol, y acabemos mojándonos las manos con un simple gel sin capacidad antibacteriana. El peligro reside en quitarle su función, no una posible explosión.
Atención… ¿Y el caso del spray?
En este caso, SÏ puede darse algún tipo de evento relacionado a la rotura del envase. NINGÚN recipiente que esté a presión (por ejemplo, el alcohol 70% en aerosol es impulsado por propano o butano) debe exponerse a temperaturas mayores a 50 grados centígrados, sea en -un móvil, en áreas de almacenamiento o expuestos al sol.
En estos casos, es cierto que las consecuencias pueden ser graves. Sucede con el alcohol desinfectante en spray, encendedores plásticos con malas válvulas de seguridad, y los tradicionales desodorantes en aerosol. De hecho, si revisamos adecuadamente las etiquetas, podremos ver la advertencia en tales envases respecto a no entrar en contacto con el fuego.
Entonces… ¿En qué quedamos?
Resulta importante distinguir qué producto o solución es la que llevamos en el auto, el bolso o la cartera, teniendo en cuenta las falsedades dichas respecto al gel, la reacción que tienen las toallitas, y teniendo en cuenta los peligros reales que presenta el aerosol. En resumen:
1) Dejá secar tus manos adecuadamente antes de exponerte a una llama abierta si te has colocado algún tipo de alcohol en las manos.
2) Almacená los envases de alcohol en lugares frescos y alejados de fuentes de calor, llamas o sol: En el caso del spray por seguridad, y en el caso del gel porque disminuye su capacidad de acción.
3) Verificá y mantené los envases sanos y tapados.
4) Cómo cualquier otro producto, NO lo dejes al alcance de los niños.
¿Por qué? ¿Para qué?
Personalmente, debo confesar que me vi inclinado a creer tales “noticias” en una primera instancia, sin tener en cuenta si la ciencia dura respalda su veracidad… o en este caso, no. ¿Cuál es el objetivo de cientos de notas en redes que buscan comunicar una mentira como ésta?
Llámese posverdad, posmodernismo, irracionalidad o cómo sea: El miedo y el cambio en el comportamiento que puede causar una determinada retórica parece estar volviéndose más importante que si el argumento se ve de hecho reflejado en la realidad. La apelación a la emoción reemplaza a la búsqueda de la razón. El tema es que a los datos no les importa lo que sintamos sobre ellos.
De esta forma, esta búsqueda de clics fáciles crea un clima extraño en el cual los medios de comunicación nos incitan a la alerta, mientras científicos e ingenieros en última instancia nos indican que nos relajemos.